Nicolás Romero es uno de los personajes que no pueden dejar de mencionarse cuando se habla de los guerrilleros que pelearon durante la guerra de la intervención francesa en México. Igual aparece en libros de historia que en novelas y es el modelo a seguir cuando se describe a los chinacos.
El Fondo de Cultura Económica publicó una serie de libros denominada “Historias de México”, en la que se procura describir la vida cotidiana de los mexicanos en diferentes etapas de nuestra historia.
El volumen 8/tomo 2 de la serie, nos presenta el “Campamento en Zitácuaro”, de José Ortiz Monasterio, con ilustraciones de Andrés Sánchez de Tagle. Allí se nos describe a un campamento de soldados republicanos que pelean contra el ejército intervencionista francés, hacia 1864. Y claro, en la descripción no podía faltar la mención de Nicolás Romero, ni un dibujo que recreara a los chinacos.
A continuación reproducimos el fragmento correspondiente a Nicolás Romero, así como la ilustración que lo acompaña.
EL LEON DE LAS MONTAÑAS
En efecto, se oían las pisadas de los caballos que se acercaban a la casa. Primero pasó un grupo de hombres a pie que andaba con rapidez: eran los exploradores que se cubrían de la lluvia con sus sombreros y con unas capas impermeables hechas de hojas de palma. Después venía la vanguardia: unos treinta hombres montados en caballos flacos. Sus armas eran principalmente lanzas, pero alguno traía una pistola al cinto y otros más un viejo mosquete en el carcaj. Más adelante venía el cuerpo del ejército: hombres de a pie mezclados con jinetes.
EL LEON DE LAS MONTAÑAS
En efecto, se oían las pisadas de los caballos que se acercaban a la casa. Primero pasó un grupo de hombres a pie que andaba con rapidez: eran los exploradores que se cubrían de la lluvia con sus sombreros y con unas capas impermeables hechas de hojas de palma. Después venía la vanguardia: unos treinta hombres montados en caballos flacos. Sus armas eran principalmente lanzas, pero alguno traía una pistola al cinto y otros más un viejo mosquete en el carcaj. Más adelante venía el cuerpo del ejército: hombres de a pie mezclados con jinetes.
A la cabeza de este cuerpo venía el general Vicente Riva Palacio, que se distinguía de los demás por el sombrero de fieltro que usaba con el ala derecha levantada, sus espejuelos y sus botas altas de charol. A su lado venía otro hombre en un brioso caballo, con un pañuelo rojo al cuello. El sombrero que portaba era ancho, de los que llamaban jarano, la chaqueta era de cuero y usaba, encima de los pantalones, unas chaparreras de color negro. Sus armas no eran las mejores pero sí muy variadas: llevaba en el cinto un revólver, y un sable en un costado de la silla; también tenía una lanza y, en el carcaj, un mosquete. Aquel hombre era la viva imagen del chinaco, es decir de los charros que no toleraban a los franceses y les hacían la guerra en las montañas.
Francisca notó que aquel chinaco llamaba la atención de Michel y le dijo:
-Es Nicolás Romero.
-¿”El León de las Montañas”? -preguntó Michel, algo impresionado,
-Ese mero.
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