sábado, 17 de octubre de 2009

Un poema de Alejandra Peña Alcántara


Se me cansa el alma de ser fuerte

Se me cansa el alma
de ser fuerte.
¿Y que es ser fuerte?
Disfrazar la tristeza
de alegría,
pintarse una sonrisa,
iluminar la mirada,
enfrentar el dolor
a veces escapar,
caminar seguir andando.

Se me cansa el alma
de ser fuerte.
¿Hasta cuándo seguir?
¿Hasta cuándo llegar?

Ser libre
alcanzar los sueños sin perseguirlos,
despertar el alma con agua fresca.
Hasta cuándo amor
seguirás huyendo...


-Alejandra Peña Alcántara

Te invitamos a que asistas a la presentación del libro de poesía “Sentir, Antología de un náufrago”, de Alejandra Peña Alcántara. La cita es el 30 de octubre a las 5:30 de la tarde, en el Teatro Centenario, en el Centro de Nicolás Romero. No faltes, la entrada es libre.

Poesía y Pintura de Alejandra Peña


Pintura y poesía se caracterizan por la necesaria búsqueda de imágenes para crear y recrear al mundo. Colores, palabras e inspiración, orientados por la mano de Alejandra Peña, cobran forma, llegan por la vista o el oído y estimulan a los demás sentidos. Las imágenes se superponen unas a otras, invaden nuestro ser, se abalanzan sobre los recuerdos, modifican las percepciones y nos hacen partícipes de los sentimientos de su autora.

Poesía y pintura son los materiales con que la obra de Alejandra Peña recrea un mundo cotidiano, interno, mutuo, pleno de colorido, donde todos hemos estado alguna vez. Sus imágenes, capturadas con la pluma o el pincel hacen reflexionar sobre nuestras esperanzas ideales y resultados concretos. Nos lleva de la mano, de lo posible a lo real, de la ilusión al desengaño, de la referencia a los hechos, del amor al recuerdo.

Alejandra Peña, con sus poemas y pinturas, busca el encuentro con ella misma. Explora sus sentimientos, ideas y principios; intenta reafirmar una libertad por la que lucha constantemente, que alcanza, acaricia, desea para sí, la siente suya y la deja ir, porque es la misma de millones de personas en el mundo.

En el trabajo de Alejandra encontramos esa doble perspectiva del trabajo artístico de Alejandra Peña: Palabras y colores, pintura y poesía que se entremezclan, se conjuntan y complementan para lograr un fin primordial: comunicarse con el mundo, expresarle su sentir y sus anhelos.

Los poemas nos llevan por un viaje interior, a veces doloroso, triste, melancólico, pero siempre en busca del ideal. Las pinturas, de igual manera, nos invitan a conocer y encontrar la razón de ser. Ambas demuestran que es posible la búsqueda del arquetipo y son muchas las formas en que se puede expresar. Simplemente, cada persona debe encontrar su propia forma de expresión.

Alejandra Peña parte de su tierra natal, Nicolás Romero, y de allí ha llevado su pintura a los municipios vecinos, logrando gran aceptación. Sus poemas, sin perder o tener una importancia menor, habían mantenido hasta ahora un discreto segundo plano, como acompañantes y complemento de la obra pictórica, durante las exposiciones que ha realizado la autora por una amplia región del Estado de México.

Hoy son los poemas los que llevan la titularidad y buscan por su cuenta y riesgo el reconocimiento de los lectores. Pero es impensable que no compartan créditos con sus hermanas, las pinturas, que compiten con la magia y fuerza que les brinda su colorido.
Ambas, poesía y pintura, tienen la particularidad de presentarnos el mundo de Alejandra Peña a través de imágenes que se complementan y explican mutuamente; página a página, encontramos imágenes verbales o pictóricas que no son otra cosa sino sentimientos. Sentimientos de colores. Uno se descubre repitiendo los versos mientras observa la pintura y creando imágenes plenas de colorido al leer los poemas.
Te invitamos a que asistas a la presentación del libro de poesía “Sentir, Antología de un náufrago”, de Alejandra Peña Alcántara. La cita es el 30 de octubre a las 5:30 de la tarde, en el Teatro Centenario, en el Centro de Nicolás Romero. No faltes, la entrada es libre.

jueves, 8 de octubre de 2009

Identidad

¿Y dónde queda Nicolás Romero? Después de Atizapán, antes de llegar a Villa del Carbón. No pos sí. ¿Y allí qué hay? ¿Qué hacen?Es extraño. Algunos lugares sirven como referencia, otros no. Será que no se lo merecen o que no lo han ganado.Antes, siquiera preguntaban: ¿la tierra de Fidel Velázquez? Ahora ni eso, desde que murió el viejo, Nicolás Romero perdió parte de su interés y gracia.¿Y por qué ese nombre? Nomás. Es un nombre como cualquier otro. Suena mejor que “Monte Bajo” y es más fácil de pronunciar que “Azcapotzaltongo”. Alguno de estos sería su nombre si no hubieran querido homenajear a Nicolás Romero en 1898.Nicolás Romero fue un guerrillero que nació en otro municipio, el cual ni siquiera se encuentra en el estado de México. A mediados del siglo pasado, trabajó en fábricas textiles, la última de ellas en este municipio. De aquí salió huyendo por un pleito en el que creyó matar a una persona; robó un caballo y acabó alistado a las fuerzas armadas de Aureliano Rivera, quien era jefe de guerrilla en el Ajusco.Durante la Intervención francesa cobró fama, como héroe patrio según unos, como bandolero según otros. Finalmente lo capturaron y fusilaron los que opinaban que era un vulgar criminal, pero como a la larga triunfaron los que lo consideraban héroe, es así como se le recuerda.El fusilamiento del personaje histórico Nicolás Romero estuvo mal planeado. Falta de visión, sobre todo. Debieron prever que siete décadas después se expropiaría la industria petrolera y que cualquier otro acontecimiento ocurrido el 18 de marzo tendría poco interés ante la magnitud del acto realizado por Lázaro Cárdenas. Y como no se le ocurrió a nadie, ahora ni quien recuerde a Nicolás Romero en la fecha de su muerte, pues todos estamos preocupados por la ceremonia de la expropiación petrolera.Está muy lejos, suele decir cualquiera que no viva en Nicolás Romero, y recomienda un cambio de domicilio. ¿Qué haces allí? No hay nada, es un pueblo grande y feo. No te conviene.Pero si a nadie le conviene, qué hacen cerca de medio millón de personas en esta aglomeración urbana, tan lejos de todo, tan cerca de nada.No les quedó de otra. Donde había trabajo no sobraba espacio para que alguien más llegara a vivir. Por eso se ha ido poblando desde sus orillas cercanas a la ciudad de México y, conforme se satura una zona, la población avanza un poco más allá. De seguir así, algún día rebasarán a Nicolás Romero para alcanzar a Isidro Fabela o Villa del Carbón.Los habitantes, en su gran mayoría, tienen apenas unos pocos años de vivir en el municipio de Nicolás Romero. A finales de la década de los 60 empieza la explosión demográfica que en unos 30 años multiplicó por diez a la población.La mayoría de los abuelos y padres de familia provienen de cualquier otro lugar del país, con sus propias tradiciones, cultura e identidad. Y continúan siendo, según sus palabras, de Oaxaca, de San Luis Potosí o de Zacatecas, por decir cualquier lugar, y esperan algún día volver a su pueblo.Cómo, entonces, se puede ser de Nicolás Romero. La mayoría carece de historia, porque llegó a vivir en colonias recién creadas. Los padres y abuelos hablan de otros lugares, de otras tradiciones que se revuelven con las de otros que tampoco son de aquí.Alguna vez, sin embargo, es posible encontrar una familia que durante varias generaciones ha vivido en Nicolás Romero. Quieren más al municipio porque lo conocen mejor. Pero no todos. Unos se quedaron en el pasado y ahora todo les parece mal. Otros quisieran un futuro diferente y todo les parece mal.Algo debe unir a la gente que vive aquí. El territorio, los problemas y necesidades comunes, el origen diverso. Porque hasta los originarios se sienten extranjeros, no importa cuántas generaciones tengan en Nicolás Romero.Y cómo no. Uno puede cruzar el municipio de cabo a rabo sin encontrar señalamientos que nos digan dónde estamos. Ni una bienvenida al entrar, mucho menos un “Buen Viaje” o “Vuelva Pronto” a la salida.¿Valdrá la pena investigar la historia? A quién le sirve saber que en la calle principal de la cabecera municipal había una panadería, una tienda de sombreros y dos o tres médicos, a principios de siglo.Lo importante es saber, aún a riesgo de equivocarse. Sí, pero hay acontecimientos que no le interesan mas que a los directamente involucrados, y que sirven sólo para que uno pueda decir que es experto en un municipio llamado Nicolás Romero, aunque no hagamos nada por conocer el presente.Hubo un Nicolás Romero, hace más de treinta años, del que muy poca gente se interesa, un Nicolás Romero que ya no es. De treinta años para acá el municipio es nuevo. De cada diez personas, al menos ocho llegaron a habitarlo en ese periodo, sin conocerlo, sin quererlo siquiera, y esperando algún día regresar al pueblo del que habían salido.¿Qué tan importante es conocer la fecha exacta en que el ferrocarril de Monte Alto inició sus recorridos? Un dato que los supuestos expertos utilizan para decir que saben más que otros. Pero será más importante esa fecha o el desarrollo económico que trajo el ferrocarril. Añoraremos el aspecto pintoresco que daba al municipio contar con un ferrocarril, recordaremos que fulanito era su conductor, que uno viajaba en sus vagones imaginando la barbacoa que podría comer en la Villa Nicolás Romero, que todo esto sucedía en el municipio cuando la mayoría de los padres y abuelos de los actuales habitantes ni siquiera sabía de la existencia de Nicolás Romero.Mejor conocer la vida cotidiana actual. Saber que la gente viaja en camiones y microbuses, pero que no los añorará si alguna vez hay un mejor transporte. Saber que los nuevos habitantes buscan cómo identificarse con su presente, cómo quererlo.Sí, se puede ser de un municipio como Nicolás Romero, haber nacido en él, y no quererlo. No quererlo porque todo lo importante que hacemos esté afuera: el trabajo, la escuela, las diversiones.Pero todo lo importante puede estar aquí. Basta con esforzarse para lograrlo. Es suficiente quererlo un poco.-Tomado del libro "Pretextos", de José Galván Rivas,Nicolás Romero, México, 1999.